—No cabe duda que la mano de Dios está en nuestros corazones —dice doña Jovita.
Aquella tarde, hacía la comida cuando sonó su teléfono. Dejó a un lado la sartén y se dispuso a tomar la llamada.
—¿Bueno?
Del otro lado de la bocina, un hombre de voz suave y educada, estaba interesado en el caso de Leydi, su nieta, quien no hablaba desde que nació a causa de su paladar hendido.
—No se preocupe
—le dijo el hombre, después de escuchar el caso de Leydi—; yo voy a costear los gastos.
De tanta emoción, doña Jovita se sintió confundida. Solo sabía que se llamaba Alexander. Sin embargo, al día siguiente, cuando llegó al hospital, le dijeron que el quirófano estaba apartado a nombre de Leydi, de siete años.
El doctor Mario Paredes Zenteno, del Sanatorio Paredes, quien había valorado a la niña, le había dicho desde antes que no le cobraría sus honorarios quirúrgicos, por lo que el altruista del teléfono se hizo cargo de los gastos de la hospitalización y medicamentos y otros estudios de laboratorio.
Leydi fue operada el 10 de febrero, alrededor de las siete de la noche.
—Dios lo puso en mi camino para bendición de mi nieta
—dice doña Jovita quien el día que operaron a Leydi se puso a llorar de emoción. Sabía que haciendo piñatas sería difícil juntar el dinero para la cirugía.
Cada vez que llega al templo, doña Jovita pide a Dios que bendiga a don Alexander, porque aún sin conocerlas, las ayudó. Agradece grandemente al doctor Mario Paredes Zenteno y a todos los que la apoyaron, porque el sufrimiento de su nieta por no poder hablar, también era su sufrimiento.
Actualmente, Leydi recibe terapia de lenguaje, aún tiene consultas con el doctor; empieza a hablar como un niño de dos años.
—Leydi se siente feliz, porque ahora cuando va a la tienda ya le entienden lo que pide
—puntualizá doña Jovita.