Día Uno I Ayer platicaba con una comerciante establecida que vende osos de peluches, mochilas y bolsos, entre otras cosas. Me dijo que sus ventas han bajado demasiado, que los ambulantes venden mucho más barato que ella y la gente los prefiere.

Por ejemplo, me dijo, si yo vendo una mochila en 200 pesos, ellos lo venden en 150. 

Sin embargo, añadió, a mí no me resulta, porque pago impuestos, agua, luz, renta, teléfono, incluso algunos de mis compañeros pagan empleados, mientras que los ambulantes no pagan ningún derecho ni impuestos.

Lo mismo pasa con los que venden plátanos, uvas, cocos, ropa, calcetines, cinturones, billeteras, frutas y verduras, entre otras cosas; “la gente casi ya no entra a los mercados ni a los locales”, lamentó.

Y si el Ayuntamiento hace operativos, resulta que el pueblo defiende a los ambulantes, no obstante, primero les avisan para que se muevan y se ponen renuentes. Después denuncian violencia y brutalidad policiaca. Además, no falta alguien que se sobrepongan contra la policía; “ya no hay autoridad”.

La administración anterior los reubicó en distintos lugares donde no quisieron ir y regresaron a ocupar las banquetas e impedir el libre tránsito de los peatones. Ojalá, sugirió, el gobierno pueda atender el problema.

¿Qué es lo que hacen algunos de mis compañeros?, se preguntó.

Tienen que sacar sus ventas a la calle también. Hay total descontrol. 

Aparte, los vendedores ambulantes son los que más basura dejan en las calles, si se viene a dar una vuelta en la noche, verá lo que dejan, me contó.

El tema del ambulantaje en el centro es complicado. Por un lado los ambulantes tienen necesidad de vender para llevar el sustento a sus hogares (aunque algunos vendedores trabajan para ciertos líderes), y por otro lado el gobierno no genera empleos. Lo cierto también es que afectan a los comerciantes establecidos.

¿Si usted, amigo lector o lectora, fuera comerciante establecido qué haría?

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