La crisis de seguridad que hemos padecido en los últimos dos meses en Chiapas, es el reflejo de 10 años de lucrar políticamente con el tema de seguridad, sin profundizar de raíz en el fenómeno delictivo.
Es decir, sólo se ha exhibido a policías recibiendo patrullas, armas nuevas y nada concreto de todo lo que produce, genera y dispara la inseguridad y su percepción.
La inseguridad siempre han estado ahí; el “poder de fuego” del crimen siempre ha estado presente en el “Chiapas real” que nos vetaron durante los últimos dos sexenios a punta de portadas y primeras planas pagadas.
Durante los últimos seis años nos dijeron que éramos un estado seguro, el más seguro de todo el país, a grados tales de ciudades europeas y del centro norte del país, con estándares de calidad y niveles de vida envidiables.
¿Estaba preparado el Gobierno del Estado para esta crisis institucional de seguridad?
No. Nadie puede prever una situación crítica como ésta, pero sí debieron reaccionar mejor, comunicar mejor: la delincuencia (de haber sido mínimamente cierto un porcentaje de la mentira institucional), debió toparse con corporaciones sólidas, fuertes, construidas conforme el manual, preparadas para ponerse en acción, serle a la sociedad dique de contención de lo que hoy parece y se percibe como un situación desbordada.
La Policía está en crisis porque el Mando Único obedece “a mil cabezas”, porque en la Secretaría Seguridad Pública, todavía manda el Fiscal General, un personaje empoderado que ha demostrado lentitud para resolver crímenes con celeridad y oportunidad.
Porque los actuales ayuntamientos de Morena ─como nunca antes─ se lavaron las manos y despreciaron las “mañaneras” Mesas de Coordinación, como punto de partida para poner orden de algo que ya veían venir y no avisaron a nadie.
Tapachula, San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez, son las principales ciudades en crisis por la seguridad.
No hay control de daños ni medidas contra cíclicas, sólo improvisaciones que suelen ser más caras que las planificaciones profesionales.
Tienen alcaldes que no han presidido una sola ocasión las reuniones de seguridad, saben de seguridad porque es inseparable del cargo, pero políticamente “les quema”, les resta y los deja mal parados precisamente porque no tienen resultados.
¿Qué está fallando en la Cuarta Transformación en materia de seguridad?
El enfoque con el que lo miran y tratan de resolver, sin profundizar, sobrerreacionando y dando “palos de ciego”, sin articularse, sin comunicar eficazmente: hacen operativos a destiempo, reactivos, dirigidos a nada, solamente para aparentar que toman “cartas en el asunto”, pero sin llegar a nada: no hay una política pública definida, de origen, rumbo y destino.
No pasó mucho para descubrir el “Talón de Aquiles” de un proyecto político con demasiada expectativa, poco compromiso y cero conocimiento de la seguridad, el elemento clave de la transformación: podrá haber democracia, pero sin seguridad, con miedo, nada es posible y todo se dirige al fracaso.