La Cuarta Transformación está fallando por donde siempre supimos todos que fallaría: su elevado nivel de expectativa de cambio al instaurar un nuevo régimen político con sólo ganar la elección presidencial, hace precisamente un año atrás. Y todo sigue igual: poco o nada ha cambiado, todo sigue estando en el discurso del futuro, como utopía, que a cada paso, se aleja dos más.
El discurso fácil (decir lo que queríamos escuchar los mexicanos es un talento adquirido en 18 años de campaña) de Andrés Manuel López Obrador de cambiar a México con su arribo al poder, es una “peccata minuta” que le perdonan sus detractores porque ha entrado en los temas álgidos que ―desastre aparte― ningún Presidente se había atrevido: huachicol, medicinas, Pemex, migración, corrupción y elecciones, entre otros.
Pero no hay nadie en la cárcel, ni en México ni en Chiapas ni en ninguna parte del país, como un mero acto de justicia social de hacer pagar a quienes les dejaron esas ruinas que gobiernan: la Cuarta Transformación no quiso alterar el orden del pasado para poder transitar en sus propios términos, con sus propios errores, en un acto de desconocimiento, más que de soberbia u honestidad republicana.
Un año después, todo el paquete es suyo: se les acabó el discurso de repartir culpas entre el pasado y el neoliberalismo. Aprender a gobernar ha salido caro y elevado. Falta ver a quien le aplican, dentro de su propio régimen y plegados a su discurso, la ley cómo esperamos todos que se haga: corruptos, ladrones, traficantes y demás, que también, ahora, los hay.
Hemos visto como ha virado la dirección de sus decisiones sin acusar de recibido el error, respaldado por su alto nivel de aceptación, hemos visto al Presidente obedeciendo a Estados Unidos bajo el argumento de la no confrontación, aunque ello signifique hacerle el trabajo sucio al vecino del norte y criminalizar la migración centroamericana, continental y mundial.
Y sobre todo, asistimos, un año después, a la ceremonia electoral de un Presidente en funciones que no deja de martillar el orgullo de pertenencia de sus seguidores de Morena, su partido y su creación más preciada, que no deja la campaña, adicto al mitin, necesitado de arengar, presuntuoso de su convocatoria, sin resultados en lo económico, la seguridad y el papel de México en el contexto internacional.
¿Celebración?, no, tampoco, pero están en su pleno derecho, háganlo, lo merecen y lo necesitan.
POLITICÓN │ Fue la Secretaría General de Gobierno Chiapas que dirige Ismael Brito Mazariegos la que desactivó la crisis de los camiones de basura retenidos en San Cristóbal de las Casas ante la evidente incapacidad política y de negociación del Ayuntamiento que encabeza la alcaldesa de Morena Chiapas, Jerónima Toledo Villalobos. Si lo presenta como un logro de su gestión, es una vil mentira, porque demostró que no tiene capacidad de solución, que es desconocida en las comunidades indígenas aledañas a la colonial ciudad.
MOLECULAR│ El alcalde de Huixtla, José Luis Laparra Calderon, aún sin aclarar el tema de su Policía Municipal corrompida y manejada por torturadores y homicidas, mandó autobuses con seguidores y simpatizantes de AMLO a la celebración en el Zócalo de la CDMX. La diputada Olvita Palomeque Pineda fue de las primeras en criticar algo que no sólo en Huixtla se conoce, sino en todo Chiapas: es la hora de poner un alto a los alcaldes que confunden “gimnasia con magnesia”.
POLITICÓN│ El Presidente Municipal, Carlos Morales Vázquez analizaba tomar medidas drásticas con el sistema bancario que se negaba a participar con las autoridades en los robos y asaltos a cuenta habientes que tras retirar dinero en efectivo, han sido asesinados en calles de Tuxtla Gutiérrez. El momento de aplicarlas ha llegado, sin duda alguna.