Don Felipe vendía mazapanes y dulces de leche con nuez fuera de Taquitos Casa Blanca, en la 16 Poniente, frente al fraccionamiento Rinconada del Sol, en Tuxtla Gutiérrez. Sin embargo, desde que inició la pandemia, se confinó en su hogar donde vive con su esposa.

A sus 88 años, don Felipe, continúa elaborando los tradicionales dulces, por lo que invita a sus clientes que vengan a visitarlo en su domicilio, frente al Planetario de Tuxtla.

Don Felipe se dedica a este oficio desde hace más de 40 años. Dice que le apasiona la mezcla de leche, azúcar, vainilla, crema y la glucosa. Le da vueltas y vueltas durante más de dos horas hasta que logra una consistencia adecuada. Los hace trocitos, le pone nuez y los envuelve en papel celofán.

Con el tiempo, cuenta, ha perdido casi totalmente la vista, casi no escucha y cada vez camina, con su bastón para discapacidad visual, distancias más cortas. Se le ha ocurrido salir nuevamente, aunque lo piensa cada vez más, porque en sus últimas salidas cayó y se golpeó la cabeza.

Doña Georgina, su esposa, le ayuda en la fabricación de los dulces. Ella también hace bolis para vender. Así han sobrevivido durante la pandemia aunque la venta baja más cada día al grado de que en la última semana no vendieron nada.

Eso lo deprime y le causa insomnio. A veces se levanta a media noche y ya no vuelve a cerrar los ojos. Camina de la cama al sofá y del sofá a la cama, y así da vueltas hasta que amanece. Al siguiente día, anda cabeceando de sueño y así se la ha pasado todos estos meses que ha durado la pandemia.

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