El Servicio Electoral precisó que con tres millones 507 mil 106 votos escrutados, 77.97% sufragó en favor de la opción de reemplazar la Carta Magna del dictador Augusto Pinochet (1973-1990), favorecida por la oposición de centroizquierda, y un 22.5% optó por la propuesta de mantenerla, de la mayoría del oficialismo derechista.

Los primeros resultados también revelaron que 80.52% de los sufragios favoreció que la Ley Fundamental sea redactada por 155 ciudadanos electos, opción planteada por la disidencia, frente a un 18.48% que votó porque sea escrita por 172 personas, la mitad electos y la otra mitad de diputados y senadores en ejercicio.

Los chilenos que votaron en el extranjero también dijeron que quieren una nueva Carta Magna. Unos 60 mil chilenos sufragaron en 219 mesas de votación en 65 países.

“Hasta ahora, la Constitución nos ha dividido. A partir de hoy, todos debemos colaborar para que la nueva Constitución sea el gran marco de unidad, de estabilidad y de futuro”, dijo el presidente chileno Sebastián Piñera.

El triunfo del “Apruebo” marca el inicio de un proceso constituyente que culminaría con un nuevo plebiscito a mediados de 2022 en que los chilenos votarán si aceptan el texto propuesto.

La decisión democrática de escribir una nueva Constitución pondría en el debate temas como cuál debe ser el papel del Estado en derechos como la salud y la educación.

La Ley Fundamental, vigente desde 1981, marca diferencias entre la salud pública y privada.

Lo mismo sucede en la enseñanza. Además, permitió la privatización del sistema de pensiones, que entrega jubilaciones muy bajas para los que tienen menos dinero.

El modelo económico y social de libre mercado fue mantenido por la oposición de centroizquierda que llegó al poder tras la restauración de la democracia en 1990.Las principales demandas expresadas en las protestas que siguieron al estallido de hace un año expresaron el descontento de una mayoría con las jubilaciones, la salud y la educación, entre muchas otras.

Hasta ese momento Chile era considerado como uno de los países más modernos y prósperos de la región, cuando se desconocía la magnitud del descontento social.

Foto: IVÁN ALVARADO (REUTERS)Abel Gilbert

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