Hoy, lamentablemente más de cien mil hogares mexicanos están de luto por la pandemia; si le sumamos las noticias nada alentadoras en aras de la economía, el ambiente de inseguridad e incertidumbre, superaremos esta cifra sin duda ,en un un año que llego para marcarnos.

El problema es que tanto esta enfermedad como la violencia parecen no tener fin. Lo anterior debería obligarnos a reflexionar sobre el sentido de nuestra existencia. Partamos de un hecho: la vida es un privilegio, salvo aquellos casos en los que el infortunio llega desde la cuna, -hay criaturas que aún antes de nacer, comienzan a cargar su cruz-. Un bebé que llega a este mundo en medio de la miseria moral y económica difícilmente (pero no imposible) podrá romper ese círculo perverso. Su destino está escrito y hay millones en esta situación. Eso es inaceptable, tenemos que cambiarlo la omisión ya no puede ser parte de nuestro día a día.

Tiempos tras tiempos. Las costumbres se van modificando, influidas por las circunstancias. Si bien es cierto que atravesamos una época llena de incertidumbre y de augurios pesimistas, hay muchas cosas rescatables. Como mexicanos no es la primera de muchas etapas difíciles que hemos atravesado, a veces tenemos el mal hábito de adjetivar las crisis negativamente, cuando también son espacios de oportunidad. Hay ocasiones que requerimos de una fuerte sacudida para reflexionar, con sentido autocrítico, qué hemos hecho bien y qué no. Metidos en el trajín de los días, preocupados por adquirir los símbolos del éxito, nos olvidamos de los demás y, encerrados en nuestro egoísmo, perdemos la oportunidad de disfrutar las cosas buenas de la vida.

Debemos mirar el futuro con optimismo, quizás estamos ante la posibilidad de reencontrarnos, de dedicarnos tiempo para compartir, habidas las precauciones necesarias, con quienes admiramos o queremos. Posiblemente, hoy no podremos hacer regalos como antes, tal vez a los pequeños, el niño Dios, en vez de aparatos electrónicos, les traiga el yoyo, el balero o el rompecabezas y los adultos podremos disfrutar del mejor obsequio: la convivencia familiar en una cena austera en la que prive el amor. La vida es la maravillosa oportunidad para tomar en nuestras manos el destino, debemos vivir en paz con nosotros mismos y convivir con nuestros seres queridos. No perdamos la oportunidad que la crisis nos ofrece para ser mejores.

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